Busqué la felicidad en los ojos de la inocencia, volqué mi mente en una profunda obsesión, y el insomnio se apoderó de mi alma maldita manteniendo mi mente despierta, vertiendo una marea de pensamientos los cuales quedarán obsoletos a la mañana siguiente.
Convertí la oscuridad de la noche en mi más sincera confidente, mientras las sombras se reían a mi costa cada vez que encendía un cigarrillo tras otro mientras me sumergía en una nube de humo constante y reparadora, y digo reparadora porque mis pensamientos se centraban en la la llama del mechero, y no en la llama que una y otra vez intento encender, y solo obtengo una minúscula chispa.
Siento frío al despertar cada mañana, ya sea invierno o verano, las compañías esporádicas dejan un enorme vacío en mi interior nada más acabar el acto y no hablo del vacío de la eyaculación, ya que me engaño a mi mismo cada vez que lleno un cilindro de látex, el problema reside en la precocidad de los sentimientos cada vez que mis compañías se ponen sus tacones, salen por la puerta y llega ese instante en el que empieza a arder en mí esa llama fría, que solo se ahoga con sexo, pero que se vuelve a encender día tras otro.
Y me pregunto dónde estará el amor, esa tremenda obsesión, que oscurece mis pensamientos, y destruye mi alma cual cáncer terminal. Quizá mi corazón esté perdido en un antiguo cofre, del cual no se quien es capaz de encontrar la llave.