domingo, 28 de octubre de 2012

Sangrando.






Como de costumbre, me encontraba vagando entre sombras. Volviendo a casa, sentí el frío en mis huesos y entré en el único bar que estaba abierto, el Exile.
Nada más entrar por la puerta, noté una presencia amiga, allí estaba mi viejo compañero Jack, como siempre vestido de etiqueta.
Apoyé mi trasero en el taburete de la barra, y entre cilindros cristalinos y piezas de hielo, Jack y yo divagamos sobre el largo tiempo sin vernos. Es realmente extraordinario el hecho de encontrarme a Jack en las noches solitarias, siempre tiene la misma respuesta a mis problemas, bourbon.

Así que tras varias horas de conversación, me dispuse a sacar a pasear a mi amiguito, crucé la puerta del servicio, y cegado por la luz fluorescente de un urinario destartalado vinieron a mi mente recuerdos de un pasado tortuoso. Apoyé mi bourbon en el suelo, me arrodillé y pinte una raya de autoengaño en la taza del trono.

 Mientras estaba tendido en el suelo, y  el polvo corría por mi garganta, me quedé observando la foto de mi tarjeta preguntándome que había sido de la sonrisa de esa persona, donde estaría ahora, quizá en la barra esperando, quizá guardada en un cajón, o quizá me la robaron. 

Realmente no lo sé,  pero de lo que si estoy seguro es que mi expresión sigue torcida, sigue manchada de sangre.

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